Crimen con memoria: Rafael Guarín

farc heraldo

Escándalo suscitó entre ciertos sectores que se incluyera en el Consejo Directivo del Centro de Memoria Histórica al Ministro de la Defensa. Les pareció un adefesio, un sacrilegio, un acto de barbarie. ¿A quién se le ocurre establecer una representación de las Fuerzas Armadas en una institución dedicada a escribir la historia del conflicto armado? Es una amenaza a la verdad, exclamaron.

Columna de Rafael Guarín.

Muchas de esas expresiones obedecen a un interés: saben perfectamente que el esfuerzo de las FARC, iniciado con la guerra irregular que desató contra el Estado y la sociedad, no culminará con la “dejación de las armas”, ni con la “reincorporación”, sino que tomará otras formas de lucha que exigen una valorización del grupo como actor político legítimo. Para eso, el principal esfuerzo, el requisito ineludible, es transformar la mentalidad de los colombianos que los identifica como masacradores, narcotraficantes, secuestradores y despreciables delincuentes.

¿Cómo se hace? Lo advertimos en una columna hace tres años a propósito de la “Comisión Histórica del Conflicto y de sus Víctimas”, conformada a la medida de las FARC con algunos individuos vinculados al Partido Comunista Clandestino PC3 y otros fanáticos de extrema izquierda disfrazados de “expertos”, con la notable excepción del profesor Vicente Torrijos. El resultado: once informes con el claro propósito político de exculpar a las FARC y responsabilizar del conflicto al Estado.

El informe de esa instancia, conforme al comunicado 38 de la mesa de negociaciones, “es un insumo fundamental para la comprensión de la complejidad del conflicto y de las responsabilidades de quienes hayan participado o tenido incidencia en el mismo, y para el esclarecimiento de la verdad”, en otras palabras, la piedra sobre la cual se ofrezca una explicación de lo sucedido y se señale a los responsables. Según el Acuerdo Final, esos textos son “el insumo básico” de la Comisión de la Verdad. Una vez salieron los “informes de los expertos”, las FARC los convirtieron en la base de su propaganda y en elemento central de su discurso de inocencia.

Eso tiene un antecedente. El documento elaborado por el Centro de Memoria Histórica bajo el título “¡Basta Ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad”, tan riguroso, tan objetivo, tan completo, tan apegado a los hechos, que el genocidio político que esa guerrilla perpetró contra Esperanza, Paz y Libertad EPL no mereció ningún análisis y la masacre de La Chinita quedó reducida a un pie de página. Ese documento se presentó por esa entidad como un relato de lo sucedido: “Este informe no es una narrativa sobre un pasado remoto, sino sobre una realidad anclada en nuestro presente”, por supuesto, redactada también pensando en el mañana. Las FARC no se cansan de citarlo.

 Cualquiera que lea las pomposas “Tesis de Abril”, que por pomposas no dejan de ser los parámetros de la acción del “partido marxista, leninista y bolivariano” de las FARC, concluirá que el campo de la legitimidad sigue siendo el centro de la lucha. El Secretariado, convertido en directorio político, es consciente que la disputa por las mayorías y la viabilidad de su proyecto revolucionario, en el cual insiste, requiere “resetear” el disco duro de la sociedad e invertir la realidad. Es urgente una nueva lectura, una verdad oficial, una nueva visión que reconozca a los terroristas como víctimas y al Estado como victimario, que exalte a las guerrillas y deslegitime al Estado y a las Fuerzas Militares tachándolas de victimarias. Se debe socializar la culpa. Donde todos son culpables, nadie es culpable, !menos las FARC!.

Cuando las FARC hablan de verdad no se refieren a un relato fidedigno de lo sucedido. Hay que ser muy ingenuo para creerlo. ¿Cuál verdad, si viven negando su carácter delincuencial y si utilizan a las víctimas dentro de una calculada estrategia para exorcizar su responsabilidad, pero sin mostrar una pizca de arrepentimiento? ¿Cuál verdad, si sus voceros en el Congreso se atreven a negar en los medios de comunicación que detonar un carrobomba en el club El Nogal es un atentado terrorista? Cuando hablan de verdad lo que buscan es la construcción de un relato conveniente para sus objetivos y su interiorización imperceptible por la sociedad, por eso, la insistencia en la difusión a través del sistema educativo de las conclusiones de los informes de la “Comisión Histórica”. Quieren que nuestros niños no los vean como quienes padecimos sus atrocidades.

Si la Comisión de la Verdad termina siendo un simple instrumento de esas pretensiones y la jurisdicción para la paz una fabrica de “verdades” a través de sentencias tendenciosas y escritas con ánimo político, no con la independencia e imparcialidad que debe caracterizar a la administración de justicia, la verdad que tanto subrayan como centro de la negociación con las FARC no será más que la mentira indispensable para tomarse el poder.

La paz necesita que se conozca en detalle lo que ocurrió. Si en en cambio se instala una justificación del crimen y del terrorismo, no se avanzará a la paz, ni al abandono absoluto de las armas, por el contrario, se estará construyendo el sustento para la continuidad de la violencia. La democracia y las libertades sólo se impusieron en los países que fueron sometidos por el comunismo luego de superar el relato soviético.

Que el Ministerio de Defensa y a través suyo los militares y policías participen en el Centro de Memoria Histórica es un paso en la dirección correcta para garantizar que todas las perspectivas están presentes en el cumplimiento de una tarea que adelanta un organismo del Estado y que se financia con los impuestos de todos los colombianos. Al fin y al cabo, las propias directivas de ese Centro dicen que la visión de las Fuerzas Armadas no se consideró en el informe !Basta Ya!, porque no tuvieron acceso a ellas. Entonces, ¿cuál es el lío, señores?

10 de mayo de 2017.

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